Un encuentro diferente







Corría el año 1917, Ciro Alegría tenía ya siete años de edad, cuando su abuelo decidió que debería ir a estudiar a Trujillo. En la ciudad costeña lo esperaban sus abuelos maternos, quienes se encargarían de él mientras acudiera al colegio.
Había sido una decisión tomada por José Alegría, padre del autor, que el pequeño Ciro estudiara en primer año de primaria en el Colegio San Juan, ya que todos los hombres de la familia se habían educado allí. A pesar de los comentarios en contra del futuro maestro del niño como: “el hombre al que le faltaba un tornillo”, “ese que se cree poeta”; Cesar Vallejo se convertiría en su profesor por ese año.
Se había acercado el día decisivo y aunque fue mucha la controversia por el bendito profesor, Ciro estaba allí entre asustado e intrigado cuando de pronto vio a quien sería su profesor, Vallejo estaba allí “como un árbol desojado” como bien lo describió el pequeño autor.
Al llegar el momento de la presentación Alegría se sintió un tanto extraño. Aquel hombre no era ni un loco ni un idiota como decían, si no que al contrario, era una persona que a pesar de su aspecto triste y de la melancolía propia de su ser que muchas veces había producido en el niño cierta pena al acordarse de su tierra, era un ser con mucha sensibilidad, dulzura y alegría.
En una parte de Mucha Suerte con Harto Palo Ciro menciona una perfecta descripción de quien fuera en ese entonces una de las personas que más admiraría: César Vallejo -siempre me ha parecido que ésa fue la primera vez que lo vi- estaba con las manos sobre la mesa y la cara vuelta hacia la puerta. Bajo la abundosa melena negra su faz mostraba líneas duras y definidas. La nariz era enérgica y el mentón, más enérgico todavía, sobresalía en la parte inferior como una quilla. Sus ojos oscuros -no recuerdo si eran grises o negros- brillaban como si hubiera lágrimas en ellos. Su traje era uno viejo y luido y, cerrando la abertura del cuello blando, una pequeña corbata de lazo estaba anudada con descuido. Se puso a fumar y siguió mirando hacia la puerta, por la cual entraba la clara luz de abril. Pensaba o soñaba quién sabe qué cosas. De todo su ser fluía una gran tristeza. Nunca he visto un hombre que pareciera más triste. Su dolor era a la vez una secreta y sostensible condición, que terminó por contagiárseme.
Cierta extraña e inexplicable pena me sobrecogió. Aunque a primera vista pudiera parecer tranquilo, había algo profundamente desgarrado en aquel hombre que yo no entendí sino sentí con toda mi despierta y alerta sensibilidad de niño.


La relación Alegría – Vallejo es una de las más maravillosas, pues guarda la ilusión de un primer maestro, de un primer año, del comienzo de una nueva etapa. Vallejo para ese entonces era una de los personajes más controversiales para la sociedad trujillana, pues llevaba sobre sí el estigma de ser un “cholo”, de ser alguien que creía ser poeta mezclando en sus creaciones cosas poco ilógicas como por ejemplo, las cebollas.
La venida a Trujillo de Alegría marca el inicio de otra etapa en la vida del pequeño, donde ahora observaba e intentaba comprender la melancólica presencia de aquel personaje que había despertado en él esa mezcla de sentimientos que muchas veces ni él mismo entendía, pero que sólo el hecho mismo de sentirlas provocaba en Ciro ternura por el profesor incomprendido y pena por el dolor que sentía en su triste vida.


2 comentarios:

Patricia Benavides Figari dijo...

Saben algo, yo soy una fanática completa de César Vallejo, me encantan sus poemas, todo lo que escribe; mi poema favorito es "Los Nueve Monstruos", "pues yo les digo hermanos hay mucho por hacer", no recuerdo si así decía al final de este poema; creo que una de las mayores razones por las que me llamó la atención Ciro Alegría es porque fue alumno de Vallejo.

Fernando dijo...

No puedo creer que tengan una foto de Ciro Alegría de pequeño y con el uniforme del colegio… sencillamente fascinante. En cuanto al encuentro de Ciro con Vallejo, creo que ése fue el momento clave del inicio de producción literaria, como él mismo lo dice en una entrada anterior, su historia del gallo y el pavo debió haber sido su primer éxito. Vallejo se sentiría orgulloso de su gran alumno.

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