Primeras enseñanzas

Cuando Ciro tenía 6 años su padre recibió un disparo, el proceso de recuperación fue aprovechado por Don José Alegría para enseñarle a leer y escribir a su hijo. A los 7 años de edad Ciro se muda con sus padres a vivir a la Hacienda Marcabal Grande, que era propiedad de su abuelo Teodoro Alegría, ubicada a orillas del rio Marañón.
Todo el tiempo que Ciro pasó en su tierra, ya sea entre los 6 y 7 años o cuando regresó por haberse enfermado de paludismo en Trujillo a los 14 años, influenció en el estilo que adoptaría años más tarde ya que en Marcabal convivió estrechamente con peones, indios y cholos, con los que intimó profundamente. Muchos de ellos eran grandes narradores orales de cuentos, y de esta rica y variada cultura oral le empezó la temprana afición al relato.
Toda esta influencia la recalca en una parte de sus memorias: De tal vida no me habría de olvidar jamás y tampoco de las experiencias que adquirí andando por los jadeantes caminos de la cordillera, de los hechos de dolor que vi, de las historias que escuché. Mis padres fueron mis primeros maestros, pero todo el pueblo peruano terminó por moldearme a su manera y me hizo entender su dolor, su alegría, sus dones mayores y poco reconocidos de inteligencia y fortaleza, su capacidad creadora, su constancia.

Los padres son, fueron y serán una gran influencia en la vida de los hijos, siendo en gran parte ellos los que se van a encargar de forjar en sus vástagos muchas de las costumbres que a lo largo de la vida los acompañarán. Esto se nota en la vida de Alegría, pues sus padres cumplirán una gran labor en su educación y en la formación analítica de la realidad, una realidad que le proporcionará a Ciro un gran conocimiento de las costumbres, penurias y alegría de los indios y cholos.
Este pasaje de la vida del autor es quizá uno de los más importantes, porque es aquí donde se empieza a moldear el carácter y el juicio crítico del narrador.

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