Anécdotas: Alegría – Vallejo, alumno - profesor




Sólo un año bastó para que el pequeño Ciro se convirtiera en un gran admirador de Vallejo, pese a no comprender en ese entonces muchos de sus poemas. En sus memorias Ciro Alegría nos ha dejado interesantes y graciosas anécdotas ocurridas durante ese año de estudios, que a la par nos hacen conocer un lado para muchos desconocidos del gran César Vallejo.

  • Algo que le complacía mucho era hacernos contar historias, hablar de las cosas triviales que veíamos cada día. He pensado después en que sin duda encontraba deleite en ver la vida a través de la mirada limpia de los niños y sorprendía secretas fuentes de poesía en su lenguaje lleno de impensadas metáforas. Tal vez trataba también de despertar nuestras aptitudes de observación y creación. Lo cierto es que, frecuentemente, nos decía: "Vamos a conversar"... Cierta vez se interesó grandemente en el relato que yo hice acerca de las aves de corral de mi casa. Me tuvo toda la hora contando cómo peleaban el pavo y el gallo, la forma en que la pata nadaba con sus crías en el pozo y cosas así. Cuando me callaba, ahí estaba él con una pregunta acuciante. Sonreía mirándome con sus ojos brillantes y daba golpecitos con la yema de los dedos, sobre la mesa. Cuando la campana sonó anunciando el recreo, me dijo: "Has contado bien". Sospecho que ése fue mi primer éxito literario.




  • Había que verlo cuando hacía de detective. Estaba prohibido comer frutas o chupar caramelos durante la hora de clase. Los chicos solíamos comprar preferentemente, por la razón de que eran abundantes y baratos, unos caramelos a los que llamábamos cuadrados, mercancía que más prodigaba la escasa generosidad de los dulceros estacionados en la esquina del plantel. Vallejo, con la cara metida en el libro, fingía leer mientras alguno le daba la lección, pero lo que en realidad hacía era echar bajo las cejas miradas exploradoras sobre toda la clase. Cuando descubría a algún delincuente se erguía con una sonrisa triunfal y, yendo hacia él, lo amonestaba: "¿No he dicho que no coman cuadraos en clase?". En seguida le quitaba los caramelos, sacándolos con aspaventera diligencia de los bolsillos, y los repartía entre todos o los más próximos según la cantidad. Nunca supe si lo que le gustaba más era sorprender a los infractores o repartir los caramelos entre los chicos. Durante tales batidas nos embargaba su mismo espíritu juguetón y reíamos todos llenos de felicidad.




  • Por las mañanas llegaba a clase minutos después de la primera campanada y aun con un retardo más considerable. Entrábamos a las ocho, pero acaso se entregaba mucho a la vigilia de la creación o a trasnochar en compañía de amigos -que lo eran suyos todos los escritores jóvenes de la ciudad- o a sus estudios de universitario, de modo que el sueño lo retenía demasiado. Su impuntualidad alcanzó tal grado que, cierta mañana, el propio rector del colegio acudió a ver lo que pasaba y se puso a tomarnos la lección. Cuando Vallejo arribó, se produjo una escena embarazosa que el rector cortó diciéndole que pasara por su oficina a la hora de salida. Durante un tiempo estuvo llegando temprano, pero después volvió a las andadas y, aunque ya no con tanta frecuencia, seguía presentándose tarde.


César Vallejo es, fue y será siempre recordado por su melancólica y sombría presencia, por parecer ser un hombre triste que carga sobre sí muchas penurias; sin embargo, es sorprendente y muy interesante analizar su faceta como maestro, esa dulzura con la que podía tratar a tantos pequeños y su corazón generoso y un tanto pícaro al descubrir las fechorías de los niños.
Ciro admiraba mucho a su profesor, él se convirtió para el pequeño en el escritor que, aunque era poco comprensible para su corta edad, le proporcionaba una sensación de confianza inexplicable, pues había logrado vislumbrar una cara de Vallejo que muchos no querían conocer.
Las vivencias que van a marcar la infancia de Alegría son unas de las más hermosas, porque nos muestran el nuevo descubrir de un niño ante los ojos de un ser admirado por pocos, odiado por muchos y  envidiado  por otros, porque a través de su inocencia fue capaz de tocar el alma sensible de Vallejo, y motivarse en él para ser un gran escritor.

2 comentarios:

Fernando dijo...

Grandes historias de Vallejo como profesor de Alegría, uno tiene que leer hasta dos veces el blog para introducirse en la vida de esos dos grandes escritores, con un corazón y una sensibilidad únicas como ya no hay en nuestros días. Increíble lo de los “cuadraos”, me hubiera gustado que mis profesores fueran así. Felicitaciones a los creadores sigan así, blogs como el suyo son muy pocos, está muy bueno =)

Anónimo dijo...

es algo curioso saber que entre los dos hubo mucha química; la forma de enseñar de vallejo para sacar lo bueno de sus alumnos.
esperemos que existan muchas paginas como esta, donde abarcan detalles interesantes de los personajes.

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